jueves, 8 de enero de 2015

Girada bonita, Giralda guerrera



 ¡Hola a todos!

Quería hacer una entrada en el blog sobre algún tema histórico, pero no sabía muy bien por dónde empezar. He estado revisando la información que he ido extrayendo para el análisis de los libros y he pensado que ya que en los libros de texto prácticamente no se habla de la Sevilla almohade, pues yo os podía hacer un pequeño análisis para si un día os interesa comentar algo en clase, o si por destino de la vida termináis dando clase en Sevilla, pues os enseño una pequeña parte de la historia de mi ciudad. 

Mi análisis se centra en la Giralda, ahora llamada así, pero solo del periodo almohade, y quiero mostraros la importancia que la torre tuvo para la ciudad, independientemente de su belleza artística. 

La construcción de la Giralda se inició 1184 como alminar para la mezquita alhama, pero el emplazamiento de la mezquita alhama no siempre estuvo en el lugar de la actual catedral, previa a ella, había otra que se ubicaba en la ahora iglesia del Salvador. La idea tan ambiciosa de construir una nueva mezquita alhama desde cero nos muestra sin duda la intención de construir un momento acorde a la grandeza que comenzaba a tener el reino de Sevilla, y se consiguió.

El alminar compartió muchas de las funciones de los alminares musulmanes, pero como hecho excepcional se convirtió en un símbolo para la ciudad, que incluso pasados los siglos continúa vigente.

Y como he comentado, fue en 1184 con el amir al-Muminin Abu Yaqub quien le manda a Ahmad ibn Baso la ejecución de la torre. En su ideario estaba hacer un enorme programa defensivo en el que se uniría la muralla de la alcazaba con la torre alminar, por lo que en su proyección se debían unificar sus funciones religiosas o comunes con la militar, convirtiéndose en la imagen de fuerza, poder y belleza de la ciudad.

A la muerte de Abu Yaqub la fábrica de la torre-alminar quedó paralizada y ya con su hijo Abu Yusuf Yaqub al-Mansur se reinició en el 1188. La idea de crear un perímetro de defensa con la torre-alminar se perdió bajo las órdenes del nuevo alarife Alí de Gomara, el cual le dio un sentido mucho más monumental, lleno de suntuosidad, convirtiendo al alminar en el elemento más destacado del conjunto de la mezquita.

Pero, ¿el alminar había perdido la función de defensa o,  por el contrario, se potenciaron de forma sutil los conceptos de poder y fortaleza? Es necesario regresar al s. XII para saber qué pensaban los habitantes de su alminar. Ibn Sahib al-Sala en sus  crónicas nos cuenta cómo las gentes de la ciudad quedaron maravilladas con el dorado resplandeciente de las bolas del yamur, las cuales se relacionaban con grandes victorias bélicas contra los cristianos. La torre se convirtió con el tiempo en un monumento conmemorativo de las victorias del reino de Sevilla, como así lo fuesen también los arcos de triunfo de época romana. 

Hay muchos detalles que hacen de esta torre-alminar una construcción singular. Empezando por su emplazamiento, lo común en alminares andalusíes es que se colocaran al lado de la entrada del patio, en cambio el de Sevilla se situó en uno de los lados del patio, alejado de la entrada, sobre un pozo y en terreno blando, hecho que complicó mucho el proceso de cimentación de la torre, estos indicios nos hacen pensar que en su colocación primó la situación estratégica necesaria para que tomara una función defensora o militar.

También su interior se articulaba de forma distinta a como lo hacían sus parientes andalusíes, donde se empleaba la escalera, en cambio el de Sevilla dispone de 35 tramos articulados con rampas, creyéndose que se optó por esta disposición para la posibilidad de acceder a la torre a caballo. El acceso a la torre-alminar se encontraba dentro de la mezquita, por lo que los soldados tendrían que acceder primero en el edificio de la alhama, haciendo de ella un fortín improvisado. Y es que hay que destacar que en la Edad Media era común el empleo de edificios sagrados como defensas. Por ejemplo, San Baudelio de Berlanga se situó en una zona limítrofe entre moros y cristianos. Del mismo modo añade sentido a nuestro argumento de que el alminar se proyectó bajo un claro sentido defensivo el hecho de que se colocaran en el primer tramo de la torre 3 líneas de saeteras en cada cara visible, elemento de clara función militar. Estas saeteras tienen como función poder defender la parte más vulnerable, ya que si fuese dañada la base podría ser fácilmente derribada.

La torre alminar tenía una fisionomía bastante distinta a la que hoy día conocemos, eran dos cuerpos cúbicos, el de debajo de mayores dimensiones, y ambos estaban coronados por una hilera de almenas escalonadas, elementos de procedencia militar, básicamente empleados en amurallamientos pero que desde tiempos del Califato de Córdoba y en todo el occidente musulmán, se adaptó a fábricas de toda índole, por ejemplo en la Mezquita de Córdoba o en la Mezquita de al-Zahar en Egipto.

Aunque el proyecto inicial de función militar de Ahmad ibn Baso quedara un poco en el olvido con el cambio de poder en el trono, la fábrica de la torre-alminar siguió conteniendo elementos que en cualquier momento la hubieran convertido en la torre de defensa más importante de la ciudad. Se eliminó esa función, pero esto no quito que se convirtiera en el símbolo de poder alhomade, por encima de otras construcciones como el alcázar o la mezquita alhama. Llegando a ser alabada por los suyos y admirada por los atacantes cristianos, dejándola tras la conquista tal y como se concibió.


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