miércoles, 28 de enero de 2015

La triste historia de la Cámara de las Maravillas de Fernando II del Tirol


La semana pasada estuvimos visitando la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, lo cierto es que no es uno de mis museos favoritos de Madrid, pero me sentí especialmente impactada después de ver una vez más la Primavera de Arcimboldo (1573). Es el único cuadro de este artista tan peculiar que tenemos en España.




A raíz de ver este cuadro, me vino a la mente la historia de las Cámaras de las Maravillas, o Wünderkammer según la terminología germánica.

En un principio, en las colecciones principescas habrá Cámaras dedicadas al artificialia, al arte, las Kunstkammer. Las Wünderkammer se dedican a las maravillas de la naturaleza aunque fue finalmente este último término el que acabó englobándolo todo.

Van a convertirse en microcosmos repleto de especímenes de todo tipo que ayudan al hombre a entender el mundo que le rodea. Suelen ser gabinetes atiborrados de objetos donde conviven lo artificial y natural y donde hay un principio básico, el principio de excepcionalidad. Podemos encontrar seres anómalos, accidentes de la naturaleza, formas fantásticas, sucesos insólitos en general y que llamen la atención, y que se buscan porque nos ayudan a conocer ese otro lado desconocido, esa otra cara de la moneda del universo.

Conviven lo científico y lo pre-científico, la ciencia y pseudociencia, astrología y astronomía, etc. Tienen un sentido de conocimiento, en estas cámaras de las maravillas el coleccionista reflexiona ante ellas sobre la naturaleza, se pretende crear colecciones enciclopédicas, casi bibliotecas no formadas por libros sino por objetos, como si paseáramos por el conocimiento. 

No es una época atea porque para muchos príncipes esta Cámara es un compendio de la creación divina. Estas Cámaras son una reflexión enciclopédica sobre el poder creador. Cultura de la curiosidad que da lugar a estas cámaras, casi todas las que tenemos información son del siglo XVII, apenas queda nada del siglo XVI.

La organización de estos microcosmos estaba regida por el deseo de sistematizar y ordenar para poder estudiar. Normalmente había siempre estantes, baúles, cajas, armarios…
Muchos de ellos tienen compartimentos secretos por esa relación con el misterio, el juego, lo extraño... No solamente se limitaban a poner armarios, todo se llenaba de especímenes, objetos raros, no les importaba llenar los techos con animales extraños disecados (por ejemplo, los cocodrilos les llamaban mucho la atención). 

Me parece un ejemplo especialmente interesante el del Archiduque Fernando II del Tirol, creador del museo Ferdinandeum. Los príncipes europeos estaban todos muy conectados (relación entre casas reales),  se intercambiaban cosas y tenían una mentalidad muy parecida, además incluso eran familia en algunas ocasiones. 
El archiduque Fernando del Tirol era sobrino de Carlos V, primo de Felipe II, cuñado de Alberto V de Baviera y sobrino también de Rodolfo II de Praga. Estaban también emparentados mentalmente porque todos ellos eran príncipes manieristas.

Era un hombre enamorado de lo que coleccionaba, conocemos que le gustaban mucho las armaduras, por ejemplo.

Era tan grande su colección que tuvo que buscar un emplazamiento en el conjunto Recinto de Ambras en medio del bosque, de la naturaleza, que Fernando I (su padre) le regaló. Decidió que lo destinaría a palacio de verano y para sus colecciones. Se convertirá en el  Museo Ferdinandeum

El primer elemento importante que vamos a encontrar es la Rüstkammer compuesta por armas muy ricas, muy bien elaboradas.
Por ejemplo en su interior podemos ver las armas y armaduras dispuestas simulando un torneo. Como curiosidad mencionar que también está la armadura de Felipe II en su segunda boda.

En cuanto a la Wunderkammer propiamente dicha, está situada en un edificio que fue un antiguo granero. Para mi, la parte más interesante dentro de esta cámara de las maravillas es la Galería de retratos y de objetos raros. Allí se podían encontrar algunos retratos raros, alegóricos (como los de Arcimboldo), pinturas grotescas, y cuadros que representan algo extraño, maravilloso, que despierte la curiosidad, de carácter científico, como el caso del Noble Gregor Baci (abajo a la derecha), con una lanza atravesándole el ojo (la curiosidad en este caso está en que no murió), o el retrato de Vlad IV Tzepesch (abajo a la izquierda), hijo del Conde Drácula (famoso por ser muy feroz), y demás retratos de personajes extraños o deformes. También hay animales disecados por todas partes, en las paredes, en el techo, etc.





Esta colección pasó muchas vicisitudes cuando murió Fernando II del Tirol. La hereda en primer lugar su hijo mayor Carlos, pero sus gustos no tenían nada que ver, por lo que comenzó a empeorar, además Carlos no tuvo descendientes legítimos y en un momento dado vendió la colección al estado por 170.000 florines, desde entonces pasó a ser estatal y no de la familia. La única condición que estableció para su venta fue que permaneciera donde su padre lo había colocado.

El recinto comenzó a abandonarse, empezó a tener importancia Viena, y la decadencia de Ambras fue inminente, la biblioteca se la llevó el rey Leopoldo, pero las colecciones artísticas se quedaron en Ambras a su suerte, el castillo quedó abandonado, las colecciones cogieron polvo, ratas, maleza. A principios del XVIII estuvieron a punto de ser robadas por invasores bávaros y franceses. Se salvaron porque los campesinos y lugareños sentían como suyo aquello y lo evitaron destruyendo las embarcaciones y no pudieron cargar el motín.

En el 1806, llegó Francisco I y estableció que todo eso era patrimonio y que había que recuperarlo como bien del estado austriaco. Siguiendo sus instrucciones se trasladó a Viena para ser restaurado.

En 1850, con todo el tema de la restauración el gobierno austriaco consiguió que parte de la obra se quedara en Viena. Por eso se encuentra parte de la colección de Fernando II en Viena.




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