sábado, 25 de octubre de 2014

La fuentes orales y la triste historia del Príncipe de las Españas: los romances por la muerte del príncipe Juan (1478-1497)


Hace dos semanas hablábamos en clase sobre las fuentes primarias. Y, entre estas, apuntábamos a las orales como una de las fuentes adicionales con las que el historiador cuenta para estudiar la historia reciente. Y sin que fuera mentira ¡no era completamente cierto!
***
            Es verdad que las fuentes orales cumplen un papel de interés para el estudio de la historia reciente. Que su papel es fundamental para abordar ciertos hechos del pasado en relación con los cuales los testimonios individuales, sin constituirse en Historia, sino simplemente en memoria personal, permiten abordar vivencias del pasado desde nuevas perspectivas. También que su papel tiene gran interés para abordar las historias de corte local, con relación a las cuales la memoria personal es, con frecuencia, nítida, y permite al historiador o al etnógrafo llenar aquellos huecos olvidados por las fuentes escritas oficiales, o para acercarse, en el sentido más genérico, al estudio de las sociedades contemporáneas, en torno al estudio de las mentalidades colectivas.
***
Y sin embargo, olvidamos que las fuentes orales también pueden ser utilizadas para abordar sociedades de un pasado más lejano. No como una historia vivida, sino como historia repetida y transmitida, en algún caso adaptada o desfigurada por errores en la transmisión, a través de los relatos legendarios y del romancero.
***

La mayor parte del corpus actual de romances medievales ha podido ser conocido gracias a las ediciones impresas llevadas a cabo a lo largo del siglo XVI e inicios del siglo XVII, que se encargaron de compilar la tradición oral de un mundo ya desaparecido, que se remontaba a los siglos XIV y especialmente XV.
Portada de la edición de Barcelona, 1587, de la Silva de varios romances, cuya primera edición es de Barcena, 1561

 Los menos pervivieron en el tiempo dentro de la tradición oral. Repetidos durante siglos, reproducidos en el seno de unas sociedades aferradas todavía a su más íntima tradición, estos romances acabaron por formar uno de los núcleos de la tradición popular, hoy en vías definitivas de desaparición.
                                                                               ***

A inicios de octubre de 1497 moría en Salamanca el único heredero varón al trono de los Reyes Católicos, el príncipe Juan. Cuatrocientos años después, en mayo del año 1900, siglos después de que estas composiciones hubieran dejado de recogerse en textos escritos, una lavandera de Burgo de Osma (Soria) recitó al filólogo Ramón Menéndez Pidal y a su mujer María Goyri, en su primer viaje de casados por Castilla, un romance sobre la muerte del príncipe don Juan, que comenzaba:

“Voces corren, voces corren,  voces corren por España
que don Juan el caballero  está malito en la cama”. 


El descubrimiento pronto estimuló la exploración de esta tradición oral, que ha permitido conocer diversas muestras de este romance en Castilla, Asturias, Galicia, Portugal, Canarias e incluso entre los sefardíes de Oriente y de Marruecos, a donde hubieron de llegar después de la expulsión de 1492, quizás, como supone Susana Weich Shahak, con “los conversos que llegaron más tarde a las comunidades sefardíes ya establecidas desde la expulsión de España” (WEICH, 1995: 160). 

                                                                               ***

Las más de 360 versiones del romance documentadas a lo largo del siglo XX son muestra del impacto inicial que hubo de producir la pérdida del hijo de Isabel y Fernando. Con el fallecimiento del príncipe no solo desaparecía el único heredero masculino al trono de los Reyes Católicos. También moría el príncipe de las Españas, la esperanza de sucesión conjunta de las Coronas de Castilla y de Aragón, sobre la que la propaganda regia tanto había insistido.

Pero también son una muestra de la capacidad que ciertos acontecimientos tienen para pervivir en la memoria colectiva a lo largo de los siglos. Perdida la memoria del príncipe Juan y de los acontecimientos históricos que dieron forma al romance, estos hubieron de pervivir (en ocasiones desprovistos ya de nombres y de sus elementos históricos principales) gracias a su tensión melodramática (el consejo de doctores, del que solo uno es capaz de adivinar el desenlace; los protagonistas regios; las escenas en torno a los momentos finales del príncipe;  o la historia de amor entre el príncipe Juan y la princesa Margarita, hija del Emperador Maximiliano, embarazada en el momento de la muerte del príncipe), cuando no a ciertas motivaciones religiosas, como sucedió entre los sefardíes, donde el romance se centró en sus aspectos mortuorios, como indica Paloma López Díaz-Mas, “desarrollando el desfile de los parientes dolientes ante la cama del moribundo o la aparición del Huerco o ángel de la muerte, motivado porque era uno de los romances utilizados para endechar por la muerte de alguien o en la festividad luctuosa de Tis’ à beab” (DÍAZ-MAS, 2001: 130).
Sepulcro del príncipe Juan, obra de Domenico Fancelli (1512-1513). Convento de Santo Tomás de Ávila


Como si de una versión literaria de la selección natural se tratara, la tradición oral tiende, desterrándolos al olvido, a prescindir de todos aquellos elementos que se consideran innecesarios, dando preferencia a la conservación de los núcleos narrativos del romance, que, a su vez, se adaptan y son modificados por los intereses de los recitantes.
Ello explica, que, como sucede en esta versión oral de los sefardíes de Turquía, el príncipe Juan se presente como el “buen rey” y el doctor Juan de la Parra, que formó parte del consejo de médicos que atendió al príncipe en Salamanca, sea ya un “dotor de grande fama”. Y que, perdiendo su historicidad, el relato incluya la presencia de su madre, Isabel I de Castilla, que en esos momentos asistía en Portugal, sin saber el estado real del príncipe, a las bodas de su hija, la infanta Isabel, con Manuel I de Portugal:

“Hazino estaba el buen rey,  hazino y echado en cama;
 siete dotores lo rijen,  los mijores de Grenada;
aínda falta de venir  un dotor de grande fama.          
Camino de siete días  en cuatre lo haría,
siete mulas y caballos  en el camino arreventarían
y la mula la más mijor  que el rey subía
a la entrada de la puerta  arreventaría.           
— «¿De ónde viníx, el mi padre,  descalzo y descaviñado?».
— «Vengo de rogar al Dio  que te salve de esta cama».
— «Ya me salva, el mi padre, con tabut de oro y rica mortaja.
¿De ónde viníx, la mi madre,  descalza y desherrapada?».
— «Vengo de rogar al cielo  que te alevante de esta cama».
— «Ya me alevanta, la mi madre, con tabut de oro y rica mortaja.
Apartad, la buena gente,  que pase la bien casada;
si ella me pare un hijo,  que lo llamen rey de Grenada;
si me pare una hija,  que la llamen reina encoronada».
Aigándose el dotor  el pulso le detentare:
— «Si vos vos moríx de prima,  él allá de madrugada».
Estas palabras diciendo,  el buen rey habe quedado.
El buen rey murió de prima  y el dotor de madrugada”.
(DÍAZ-MAS, 2001: 132-133)

***
“Tenemos noticia —señalaba María Goyri en 1904—  de que existe en Asturias; pero todavía no ha llegado a nuestras manos procedente de aquella región, tan rica en este género de composiciones, más que un fragmento de una versión muy degenerada, que copio a continuación:

Lo que le encargo, mi padre, lo que siempre le encargaba
Que la dona Teresina de mi queda embarazada.
Estando en estas palabras don Pedro cayó de cama.
Llamaron siete doctores de los mejores de España;
Unos le miran el pulso, y otros le miran el habla,
Y unos dicen: «muere, muere», y otros dicen: «ya no hay nada».
— «¿Qué dice el doctor más viejo que tanto me mira y calla?
— «Lo que le encargo, don Pedro, que dispongas de tu alma.
Tienes tres horas de vida, cuatro con la encomenzada. »
Estando en estas palabras Teresina ya llegaba
Con la barriga en la boca para parir muy cercana
— «¿Donde vienes, Teresina, tan rendida y tan cansada?»
— «Vengo de una romería que se llamaba santa Ana
De pedir á Dios del cielo que te saque desa cama».
— «Sacarme, si, Teresina,
en unas andas de plata de las mejores de España».
— «Aquí te traigo tres peras, tres peras y una manzana.
Si te atreves á comerlas, te las doy de buena gana»
Estando nel medio de una el alma se le arrancara.
Don Pedro murió por la noche, Teresa por la mañana.
Aqui se acaba la historia de dos amantes del alma.
Válgame el señor san Pedro y la Virgen Soberana”.
(GOYRI, 1904: 35-36).
***
              Escalón reciente en esta tradición, casi desaparecida en la actualidad, incluso en el medio rural más tradicional, es el romance asturiano sobre la muerte del príncipe interpretado por Nacho Vegas y Xel Pereda, dentro del proyecto Lucas 15 y en el disco del mismo nombre (Lloria Discos, 2008), con el título de Teresina




“Y allá arriba en aquel alto una viuda habitaba,
ella tenía una hija, Teresina se llamaba,
y el que la pretendía y era príncipe de España.
Pasan tiempos, vienen tiempos, Teresina embarazada,
su madre desque lo supio empezaba a encomendarla,
en fuego te quemes niña, en fuego seas quemada.
El príncipe que lo supio, cayó muy malín en cama,
llamaron siete doctores de los mejores de España.
Unos dicen que se muere, otros dicen que no es nada,
no siendo el doctor más viejo que le miraba y callaba,
«¿Qué me mira buen doctor? Que tanto me mira y calla».
Lo que le digo don Diego que disponga de su alma,
tres horas tiene de vida y hora y media ya va andada
y hora y media que le queda pa disponer de su alma.
Bien lo oyera el rey, su padre, que en altas torres estaba,
que poco dura mi hijo, que poco duras mi alma.
 «Bastante dure mi padre, hasta que Dios lo mandara.
Ahí te queda Teresa, Teresina embarazada,
padre, de lo que le di, padre no le quite nada,
no siendo un anillo de oro que le di de enamorada».
 «Si tu le diste un de oro, yo le daré un de plata,
ella si trae una hija será monja en Santa Clara,
ella si trae un varón será príncipe de España».
Y estando en estas palabras Teresina allí llegara.
     «¿De dónde vienes Teresa tan cansada y fatigada?»
— «Vengo de Santo Domingo de oír misa en Santa Clara,
de rezar al dios del cielo que le saque de esta cama».
 «De esta cama, si por cierto, no será mucha tardanza,
esta cama, si por cierto, mañana por la mañana,
tres horas tengo de vida y hora y media ya va andada
y hora y media que me queda pa disponer de mi alma».
Teresina oyendo esto siente la pena en su alma,
siente la pena en su vientre y cae enferma en la cama.
En fuego te quemes niña, en fuego seas quemada.
Él muere a la media noche, Teresina a la mañana,
le abrieron el vientre y un niño lindo le sacan.
Los echaron los tres juntos en un ataúd de plata
y aquí se acaba la historia de los príncipes de España”. 

BIBLIOGRAFÍA
ALCALÁ, Ángel; SANZ, Jacobo: Vida y muerte del príncipe don Juan, Valladolid, Junta de Castilla y León, 1999.
Bénichou, Paul: “Variantes modernas en el romancero tradicional: sobre la Muerte del príncipe Don Juan", Romance Philology, nº 17 (1963-1964), pp. 235-252.
CATALÁN, Diego: “Permanencia de motivos y apertura de significados: Muerte del príncipedon Juan», en Arte poética del Romancero Oral. Parte 2ª: Memoria, invención, artificio, Madrid, Siglo XXI editores-Fundación Menéndez Pidal, 1998, pp. 35-107.
DÍAZ-MAS, Paloma: Romancero, Editorial Crítica, Barcelona, 2001.
GOYRI DE MENÉNDEZ PIDAL, María: "Romance de la muerte del príncipe D. Juan”, Bulletin Hispanique, 6:1 (1904),  pp. 29-37.
Petersen, Suzanne H. (ed.): “Muerte del príncipe don Juan”, Pan-Hispanic Ballad Project. University of Washington. Division of Spanish & Portuguese: https://depts.washington.edu/hisprom/optional/balladaction.php?igrh=0006
WEICH SHAHAK, Susana: “Los romances de Alicia Bendayan, muestra del tesoro sefardí de Tetuán (2ª parte)”, Revista de Folklore, nº 179 (1995), pp. 156-165. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario