Hace dos semanas hablábamos en clase sobre las fuentes primarias. Y, entre estas, apuntábamos a las orales como una de las fuentes adicionales con las que el historiador cuenta para estudiar la historia reciente. Y sin que fuera mentira ¡no era completamente cierto!
***
Es
verdad que las fuentes orales cumplen un papel de interés para el estudio de la
historia reciente. Que su papel es fundamental para abordar ciertos hechos del
pasado en relación con los cuales los testimonios individuales, sin
constituirse en Historia, sino simplemente en memoria personal, permiten
abordar vivencias del pasado desde nuevas perspectivas. También que su papel
tiene gran interés para abordar las historias de corte local, con relación a
las cuales la memoria personal es, con frecuencia, nítida, y permite al
historiador o al etnógrafo llenar aquellos huecos olvidados por las fuentes
escritas oficiales, o para acercarse, en el sentido más genérico, al estudio de
las sociedades contemporáneas, en torno al estudio de las mentalidades
colectivas.
***
Y sin embargo,
olvidamos que las fuentes orales también pueden ser utilizadas para abordar
sociedades de un pasado más lejano. No como una historia vivida, sino como historia
repetida y transmitida, en algún caso adaptada o desfigurada por errores en la
transmisión, a través de los relatos legendarios y del romancero.
***
La mayor parte
del corpus actual de romances medievales ha podido ser conocido gracias a las ediciones
impresas llevadas a cabo a lo largo del siglo XVI e inicios del siglo XVII, que
se encargaron de compilar la tradición oral de un mundo ya desaparecido, que se
remontaba a los siglos XIV y especialmente XV.
![]() |
Portada de la edición de Barcelona, 1587, de la Silva de varios romances, cuya primera edición es de Barcena, 1561
|
Los menos pervivieron en el tiempo dentro de
la tradición oral. Repetidos durante siglos, reproducidos en el seno de unas
sociedades aferradas todavía a su más íntima tradición, estos romances acabaron
por formar uno de los núcleos de la tradición popular, hoy en vías definitivas
de desaparición.
***
A inicios de
octubre de 1497 moría en Salamanca el único heredero varón al trono de los
Reyes Católicos, el príncipe Juan. Cuatrocientos años después, en mayo del año
1900, siglos después de que estas composiciones hubieran dejado de recogerse en
textos escritos, una lavandera de Burgo de Osma (Soria) recitó al filólogo
Ramón Menéndez Pidal y a su mujer María Goyri, en su primer viaje de casados
por Castilla, un romance sobre la muerte del príncipe don Juan, que comenzaba:
“Voces
corren, voces corren, voces corren por
España
que
don Juan el caballero está malito en la
cama”.
El
descubrimiento pronto estimuló la exploración de esta tradición oral, que ha permitido
conocer diversas muestras de este romance en Castilla, Asturias, Galicia,
Portugal, Canarias e incluso entre los sefardíes de Oriente y de Marruecos, a donde
hubieron de llegar después de la expulsión de 1492, quizás, como supone Susana
Weich Shahak, con “los conversos que llegaron más tarde a las comunidades
sefardíes ya establecidas desde la expulsión de España” (WEICH, 1995: 160).
***
Las más de 360
versiones del romance documentadas a lo largo del siglo XX son muestra del
impacto inicial que hubo de producir la pérdida del hijo de Isabel y Fernando.
Con el fallecimiento del príncipe no solo desaparecía el único heredero masculino
al trono de los Reyes Católicos. También moría el príncipe de las Españas, la esperanza de sucesión conjunta de las
Coronas de Castilla y de Aragón, sobre la que la propaganda regia tanto había
insistido.
Pero también son
una muestra de la capacidad que ciertos acontecimientos tienen para pervivir en
la memoria colectiva a lo largo de los siglos. Perdida la memoria del príncipe
Juan y de los acontecimientos históricos que dieron forma al romance, estos
hubieron de pervivir (en ocasiones desprovistos ya de nombres y de sus elementos
históricos principales) gracias a su tensión melodramática (el consejo de doctores,
del que solo uno es capaz de adivinar el desenlace; los protagonistas regios;
las escenas en torno a los momentos finales del príncipe; o la historia de amor entre el príncipe Juan y
la princesa Margarita, hija del Emperador Maximiliano, embarazada en el momento
de la muerte del príncipe), cuando no a ciertas motivaciones religiosas, como
sucedió entre los sefardíes, donde el romance se centró en sus aspectos
mortuorios, como indica Paloma López Díaz-Mas, “desarrollando el desfile de los
parientes dolientes ante la cama del moribundo o la aparición del Huerco o ángel de la muerte, motivado
porque era uno de los romances utilizados para endechar por la muerte de
alguien o en la festividad luctuosa de Tis’
à beab” (DÍAZ-MAS, 2001: 130).
![]() |
Sepulcro del príncipe Juan, obra de Domenico Fancelli (1512-1513). Convento de Santo Tomás de Ávila |
Como si de una versión literaria de la selección
natural se tratara, la tradición oral tiende, desterrándolos al olvido, a
prescindir de todos aquellos elementos que se consideran innecesarios, dando
preferencia a la conservación de los núcleos narrativos del romance, que, a su
vez, se adaptan y son modificados por los intereses de los recitantes.
Ello explica, que, como sucede en esta versión oral
de los sefardíes de Turquía, el príncipe Juan se presente como el “buen rey” y
el doctor Juan de la Parra, que formó parte del consejo de médicos que atendió
al príncipe en Salamanca, sea ya un “dotor de grande fama”. Y que, perdiendo su
historicidad, el relato incluya la presencia de su madre, Isabel I de Castilla,
que en esos momentos asistía en Portugal, sin saber el estado real del
príncipe, a las bodas de su hija, la infanta Isabel, con Manuel I de Portugal:
“Hazino
estaba el buen rey, hazino y echado en
cama;
siete dotores lo rijen, los mijores de Grenada;
aínda
falta de venir un dotor de grande fama.
Camino de
siete días en cuatre lo haría,
siete
mulas y caballos en el camino
arreventarían
y la mula
la más mijor que el rey subía
a la
entrada de la puerta arreventaría.
— «¿De
ónde viníx, el mi padre, descalzo y descaviñado?».
— «Vengo
de rogar al Dio que te salve de esta
cama».
— «Ya me
salva, el mi padre, con tabut de oro y rica mortaja.
¿De ónde
viníx, la mi madre, descalza y
desherrapada?».
— «Vengo
de rogar al cielo que te alevante de
esta cama».
— «Ya me
alevanta, la mi madre, con tabut de oro y rica mortaja.
Apartad,
la buena gente, que pase la bien casada;
si ella
me pare un hijo, que lo llamen rey de
Grenada;
si me
pare una hija, que la llamen reina
encoronada».
Aigándose
el dotor el pulso le detentare:
— «Si vos
vos moríx de prima, él allá de madrugada».
Estas
palabras diciendo, el buen rey habe
quedado.
El buen
rey murió de prima y el dotor de
madrugada”.
(DÍAZ-MAS, 2001: 132-133)
***
“Tenemos noticia
—señalaba María Goyri en 1904— de que existe en Asturias; pero todavía no ha
llegado a nuestras manos procedente de aquella región, tan rica en este género
de composiciones, más que un fragmento de una versión muy degenerada, que copio
a continuación:
Lo
que le encargo, mi padre, lo que siempre le encargaba
Que
la dona Teresina de mi queda embarazada.
Estando
en estas palabras don Pedro cayó de cama.
Llamaron
siete doctores de los mejores de España;
Unos
le miran el pulso, y otros le miran el habla,
Y
unos dicen: «muere, muere», y otros dicen: «ya no hay nada».
—
«¿Qué dice el doctor más viejo que tanto me mira y calla?
—
«Lo que le encargo, don Pedro, que dispongas de tu alma.
Tienes tres horas de vida, cuatro con la
encomenzada. »
Estando
en estas palabras Teresina ya llegaba
Con
la barriga en la boca para parir muy cercana
—
«¿Donde vienes, Teresina, tan rendida y tan cansada?»
—
«Vengo de una romería que se llamaba santa Ana
De
pedir á Dios del cielo que te saque desa cama».
—
«Sacarme, si, Teresina,
en
unas andas de plata de las mejores de España».
—
«Aquí te traigo tres peras, tres peras y una manzana.
Si
te atreves á comerlas, te las doy de buena gana»
Estando
nel medio de una el alma se le arrancara.
Don
Pedro murió por la noche, Teresa por la mañana.
Aqui
se acaba la historia de dos amantes del alma.
Válgame el señor san Pedro y la Virgen
Soberana”.
(GOYRI, 1904: 35-36).
***
Escalón reciente en esta
tradición, casi desaparecida en la actualidad, incluso en el medio rural más
tradicional, es el romance asturiano sobre la muerte del príncipe interpretado
por Nacho Vegas y
Xel Pereda, dentro del proyecto Lucas 15 y en el disco del
mismo nombre (Lloria Discos, 2008), con el título de Teresina:
“Y allá
arriba en aquel alto una viuda habitaba,
ella
tenía una hija, Teresina se llamaba,
y el que
la pretendía y era príncipe de España.
Pasan
tiempos, vienen tiempos, Teresina embarazada,
su madre
desque lo supio empezaba a encomendarla,
en fuego
te quemes niña, en fuego seas quemada.
El
príncipe que lo supio, cayó muy malín en cama,
llamaron
siete doctores de los mejores de España.
Unos
dicen que se muere, otros dicen que no es nada,
no siendo
el doctor más viejo que le miraba y callaba,
«¿Qué
me mira buen doctor? Que tanto me mira y calla».
Lo que le
digo don Diego que disponga de su alma,
tres
horas tiene de vida y hora y media ya va andada
y hora y
media que le queda pa disponer de su alma.
Bien lo
oyera el rey, su padre, que en altas torres estaba,
que poco
dura mi hijo, que poco duras mi alma.
— «Bastante
dure mi padre, hasta que Dios lo mandara.
Ahí te
queda Teresa, Teresina embarazada,
padre, de
lo que le di, padre no le quite nada,
no siendo
un anillo de oro que le di de enamorada».
— «Si
tu le diste un de oro, yo le daré un de plata,
ella si
trae una hija será monja en Santa Clara,
ella si
trae un varón será príncipe de España».
Y estando
en estas palabras Teresina allí llegara.
— «¿De dónde vienes Teresa tan
cansada y fatigada?»
— «Vengo
de Santo Domingo de oír misa en Santa Clara,
de rezar
al dios del cielo que le saque de esta cama».
— «De
esta cama, si por cierto, no será mucha tardanza,
esta
cama, si por cierto, mañana por la mañana,
tres
horas tengo de vida y hora y media ya va andada
y hora y
media que me queda pa disponer de mi alma».
Teresina
oyendo esto siente la pena en su alma,
siente la
pena en su vientre y cae enferma en la cama.
En fuego
te quemes niña, en fuego seas quemada.
Él muere
a la media noche, Teresina a la mañana,
le
abrieron el vientre y un niño lindo le sacan.
Los
echaron los tres juntos en un ataúd de plata
y aquí se
acaba la historia de los príncipes de España”.
BIBLIOGRAFÍA
ALCALÁ, Ángel; SANZ, Jacobo: Vida y muerte del príncipe don Juan,
Valladolid, Junta de Castilla y León, 1999.
Bénichou, Paul: “Variantes
modernas en el romancero tradicional: sobre la Muerte del príncipe Don Juan", Romance Philology, nº 17 (1963-1964), pp. 235-252.
CATALÁN, Diego: “Permanencia de
motivos y apertura de significados: Muerte del príncipedon Juan», en Arte poética del Romancero Oral. Parte 2ª:
Memoria, invención, artificio, Madrid, Siglo XXI editores-Fundación
Menéndez Pidal, 1998, pp. 35-107.
DÍAZ-MAS, Paloma: Romancero,
Editorial Crítica, Barcelona, 2001.
GOYRI DE MENÉNDEZ PIDAL, María: "Romance de la
muerte del príncipe D. Juan”, Bulletin Hispanique, 6:1 (1904), pp. 29-37.
Petersen,
Suzanne H. (ed.): “Muerte del príncipe don Juan”, Pan-Hispanic Ballad Project. University of Washington. Division of
Spanish & Portuguese: https://depts.washington.edu/hisprom/optional/balladaction.php?igrh=0006
WEICH SHAHAK, Susana: “Los romances de Alicia Bendayan, muestra del tesoro sefardí de Tetuán (2ª parte)”, Revista de Folklore, nº
179 (1995), pp. 156-165.
No hay comentarios:
Publicar un comentario